Producto de las erróneas políticas de gobierno en los últimos 70 años, la economía real argentina perdió su protagonismo histórico, relegando productividad, calidad y mercados ante la falta de horizonte. Todo, en perjuicio del progreso local y a contramano del mundo, que demanda y mejora precios, abre sus mercados y exige calidad para nichos de alto valor.
En consecuencia, el desafío público y privado es como revertir esta situación en medio de un contexto político-económico y social complejo y como lograr que las Mepymes, en general poco idóneas y ahogadas financieramente, puedan relanzarse e invertir para crecer.
En este paradigma, es ya indiscutible el valor del fideicomiso para atraer inversiones locales e internacionales, aunque el problema actual radica en la falta de profesionales capacitados e idóneos, que para serlo, deben contar con experiencia práctica en la aplicación del fideicomiso al desarrollo de los negocios productivos y el rescate de empresas en crisis. Pero también se necesita eliminar los impuestos distorsivos y las trabas para lograr alto impacto sobre la rentabilidad y adecuarnos a la lógica del comercio mundial.
Este instrumento permite apalancar los proyectos porque crea valor al superar las limitaciones societarias y generar escala para aprovechar la demanda de los mercados. Para lograrlo, debemos profundizar la difusión y el correcto conocimiento de la figura para lo cual es fundamental la docencia desde las universidades, organizaciones técnicas y empresariales y el Estado.
En definitiva, para el desarrollo productivo las mayores ventajas radican en que el fideicomiso permite aunar distintas voluntades de inversión a través de un vínculo común que es el plan de negocios plasmado en el contrato de Fideicomiso, y que tiene duración y fin acotado lo que disminuye el riesgo argentino. La suscripción de las cuotas partes puede concretarse por el aporte de bienes por parte de los fiduciantes quedando así el nuevo patrimonio fiduciario formado y protegido legalmente ante los acreedores particulares del fiduciante y fiduciario. Es decir, este patrimonio responde solo por las obligaciones asumidas por el fideicomiso durante su ejecución y el retorno de la inversión puede ser pagado mediante la entrega de bienes transformados o dinero equivalente. Además, los fideicomisos están sujetos a los controles del fiduciario, operadores y auditores designados, lo que genera un esquema de seguridad, garantía y profesionalismo muy adecuado, y el fiduciario como propietario del nuevo patrimonio, está obligado a rendir cuentas e informes precisos y regulares a los inversores. Por ende, el riesgo del negocio está acotado al de su naturaleza, profundidad de estudio del proyecto y management del mismo.
En este contexto de mayores costos e incertidumbre política, el fideicomiso se impone como aliado estratégico convirtiéndose en el instrumento líder por su versatilidad, pero se necesitan reglas estables, especialmente en la propiedad, lo impositivo, regulatorio y financiero, dado que es una estructura más flexible y segura que estimula el desarrollo de proyectos alentando la inversión de riesgo con fideicomisos que aportan ventajas decisivas de constitución, disolución, separación patrimonial y administración profesional.
Dado esto, debemos superar la etapa de parálisis y los desequilibrios sectoriales para invertir en proyectos estructurados al amparo de fideicomisos, ya que el proceso de diseño y puesta en marcha requiere de tiempos prudenciales para poder concretar exitosamente las oportunidades. Pero si bien el fideicomiso aporta transparencia y seguridad al negocio, lo que necesitamos también es capacitar profesionales que entiendan de aplicar en la práctica el fideicomiso y contar con fiduciarios profesionales que tengan experiencia de campo real. Por eso, si hablamos de inversiones estratégicas además del fideicomiso necesitamos RRHH para armar equipos interdisciplinarios de jerarquía, punto en el que estamos inmaduros en el sector privado y carecientes en el público.
Argentina por su historia y potencial, debe recuperar su rol clave en el mercado internacional para lo cual debe remover barreras culturales y regulatorias para obtener peso gravitacional combinando volumen y valor agregado. Para concretarlo es indispensable un plan nacional estratégico, integral y de faros largos, que aproveche las asimetrías y el crecimiento de la demanda externa, promoviendo el aumento de la producción y el consumo sustentable en cantidad y calidad, recuperando áreas sub explotadas e incorporando management, tecnología y conocimiento.
Ya no hay lugar para ensayos ni alternativas folclóricas, es hora de poner todo el esfuerzo en desarrollar las inversiones privadas de las cadenas productivas. Pero se necesita del complemento y apoyo del Estado a través de reformas contundentes en materia impositiva y laboral, y con obras de infraestructura y transporte donde la figura del fideicomiso también se convierte en el socio ideal para combinar la iniciativa privada con el mercado de capitales, el avance tecnológico, el conocimiento académico, la idoneidad y la planificación estratégica.
En síntesis, se trata de aportar políticas activas desde el Estado para recuperar la estructura productiva argentina.
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